jueves, 8 de julio de 2010

"Legislar como si Dios no existiera"

Matrimonio homosexual: sociedad, religión y ley

Legislar como si Dios no existiera

Jorge Eduardo Lozano
Para LA NACION
Jueves 8 de julio de 2010

En estos meses, se ha instalado en la Argentina el debate acerca del lugar jurídico que debe tener la relación de convivencia de personas del mismo sexo y las consecuencias acerca de la adopción.

Aunque se diga que busca considerar los derechos de las minorías, el proyecto que hoy se debate en el Congreso también muestra un modelo de sociedad, de familia, de matrimonio para todos. Muestra qué es lo adecuado o inadecuado. La ley no es inocua.

Ha habido, en algunos casos, manipulación del lenguaje, confusión de derechos individuales con necesidad de tal o cual marco jurídico. Se confunde lo parecido con lo igual. Y esas confusiones nos confunden a la hora de entender.

Lamentablemente, también hubo quienes apelaron a la agresión verbal o los calificativos que buscan etiquetar para desacreditar. Tildar de trogloditas anacrónicos o discriminadores a quienes piensan distinto no hace bien a la democracia. No son así los más de cien diputados que votaron en contra de este proyecto; ni los más de cien que votaron a favor son necesariamente progresistas. Tenemos derecho a afirmar una posición con pasión, pero no a descalificar a quien piensa distinto.

Es una pena que los debates con los senadores y las audiencias públicas no se puedan realizar en todas las provincias, como si hubiera algunas de primera y otras de segunda; en realidad, ciudadanos que no son escuchados y lugares en los que no es posible expresar opinión de modo institucional, en audiencias con los representantes elegidos por cada pueblo.

Otra reflexión merece lo que algunos sostienen acerca del aspecto religioso del matrimonio. Hay postulados religiosos que están en la raíz de la cultura de los pueblos. Así, por ejemplo, los mandamientos dados por Dios a Moisés no "rigen" sólo para los que profesan la religión judía. "No robar", "no matar", "no mentir", "honrar a los padres" son preceptos exigibles no sólo a quienes ven la Biblia como libro sagrado. Algo semejante podemos decir de las incidencias sociales de las enseñanzas de Jesús en los Evangelios. Somos hermanos, y no sólo de los argentinos. Cuidamos de los frágiles, los pobres, los enfermos. Sabemos que la felicidad y el bien están en trabajar por la paz y por la justicia. Por eso, afirmar que el matrimonio entendido como la unión de varón y mujer es sólo un postulado religioso nos pone en riesgo de estrechar la mirada.

Por otro lado, más del 90% de la sociedad argentina -los ciudadanos- se manifiesta creyente en Dios. Legislar como si Dios no existiera es imponernos a todos un ateísmo artificial. Es obligar a que la sociedad se "disfrace" de no creyente para legislar. Borrar a Dios no nos hace más abiertos o más tolerantes o más "progres". Y esto no significa promover la teocracia.

Pensar de este modo no es perseguir, marginar o discriminar a quienes, siendo de un mismo sexo, conviven de modo estable. Si no, deberíamos decir que la actual ley en debate se propone discriminar a quienes viven su sexualidad de otro modo.

Digámoslo así: ¿por qué los contrayentes han de ser sólo dos? ¿Por qué no se llama también matrimonio a la relación entre más de dos contrayentes? ¿Por qué el proyecto no contempla que los contrayentes puedan ser hermanos del mismo o de diverso sexo? Cada tanto aparece en el cine o en la televisión alguna novela que muestra enamoramientos entre hermano-hermana o padre-hija. Propongo estos ejemplos con todo respeto, ya que sé que hay algunos que viven o buscan vivir de ese modo. Sin embargo, no dicen que son discriminados al no poder ser contrayentes de matrimonio.

También es bueno preguntarse si este debate es oportuno en este tiempo. Sé que esto ya es una cuestión de ponderación o valoración, pero, no obstante, me permito expresarlo. Me gustaría estar asistiendo al debate de otros grandes temas que afectan los derechos de muchos o de minorías también postergadas: la pobreza y la exclusión social, la desnutrición infantil -en la Argentina la mitad de los pobres son niños, ¡y la mitad de los niños son pobres!-, la droga, la corrupción, la violencia, la fuga de capitales, el trabajo en negro, el déficit de vivienda; crisis pesquera, protección de glaciares y bosques, minería? Cuánta urgencia hay en las comunidades aborígenes discriminadas por el difícil acceso a los títulos de la tierra.

Estos temas representan situaciones de angustia para muchos grupos sociales que ven vulnerados sus derechos. ¿No deberían ser prioritarios en el debate legislativo? No digo que haya minorías cuyos derechos deban ser tutelados y otras a las que no. Pero el Estado, desde su posición privilegiada que le permite entendernos, abarcarnos y proyectarnos como sociedad, tiene la obligación de hacer su mejor esfuerzo para fijar prioridades.

Mucho se ha dicho también acerca del deseo de rescatar a los chicos de la calle y de la pobreza. Pues se puede hacer ya algo por ellos. Existen y funcionan varias organizaciones -religiosas o no creyentes, para todas las opciones- que cotidianamente los visten, les dan de comer y procuran brindarles un hogar.

Los "chicos de la calle" no son de la calle, sino de alguien: tienen familia. Pero estas familias son muy pobres o están desarticuladas o los tratan con violencia. Ellos no quieren ser adoptados ni por homosexuales ni por heterosexuales. Quieren el cariño de sus papás y hermanos, y un techo seguro. Se los puede apadrinar con ternura y cariño, sin necesidad de adopción. Nuevamente, es cuestión de ensanchar la mirada.

Es importante insistir en que siempre se ha de buscar el bien del niño por adoptar y no colocar por encima la necesidad del adoptante. Proponer el argumento de que una persona tiene gran capacidad de cariño y necesita expresarlo es partir del punto equivocado. Uno de los importantes aportes del siglo XX ha sido el desarrollo de la psicología. Sigmund Freud y otros autores han destacado, en la psicología evolutiva, la necesidad de la identificación sexual con el papá y la mamá, el mecanismo de transferencia, el complejo de Edipo? El bien del niño o niña, esto es, su desarrollo y maduración, necesitan del papá varón y la mamá mujer. Nuestros legisladores deberían replantear el marco legal de la adopción. Hay muchas familias anotadas hace años que siguen esperando. Así, aparecen "mercados negros" que ofrecen soluciones rápidas por unos pesos mediante el engaño de las madres biológicas.

Tomemos el mapa del mundo. Miremos a otros países. Estas cuestiones les han llevado años de debates, consensos y búsquedas de alternativas. Son muy pocas -poquísimas- las naciones que han optado por este tipo de legislación. Un reciente fallo de la Corte Europea de Derechos Humanos determinó que no cometen discriminación los estados que no autorizan el matrimonio entre personas del mismo sexo.

En nuestra Cámara de Diputados, el proyecto contó con 126 votos a favor, 109 en contra y cinco abstenciones. Se prevé que en el Senado la votación será también muy pareja. Para un cambio tan importante en la vida de las familias, ¿son suficientes dos o tres votos de diferencia? ¿No será conveniente acudir a un plebiscito? ¿No será la hora de escuchar a todo el pueblo argentino? Es para pensarlo.

©LA NACION

El autor es obispo de Gualeguaychú y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

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